Capítulo 80

Cuando subí al carro de Mathias, con Diana sentada atrás comiéndose unas papas y riéndose por cualquier tontería, supe que no había marcha atrás. Iba a dejar de pensar. De pensar en Fabián. De pensar en Verónica. De pensar en mí.

Mathias me miró de reojo con una sonrisa mientras tomaba la carretera hacia Pistor. Era un atardecer hermoso, pero yo solo quería llegar y olvidarme del mundo.

—¿Estás segura de esto, Gutiérrez? —preguntó con esa voz ronca que a veces sonaba como si todo le diera igual.

—Segura de que quiero mandarlo todo a la mierda. Así que sí —le respondí.

Él soltó una risa suave y aumentó la velocidad.

Nos íbamos directo a su casa de playa, un lugar del que hablaban mucho en revistas pero que pocos conocían realmente. Mathias de la Torre, el único heredero de un imperio hotelero y vinícola, había sido siempre un misterio para la prensa… hasta que empezaron a decir que estaba “emocionado” por mí. Como si yo fuera un trofeo nuevo. Como si lo nuestro tuviera que tener un nom
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