Nada duele más que descubrir que el amor que creías verdadero… era solo una mentira disfrazada de ternura.
Sofía caminaba por los pasillos de la escuela con una sonrisa que no podía controlar. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía viva. Era como si todo lo gris hubiera cobrado color: las paredes, los árboles del patio, incluso el sonido de las campanas le parecía parte de una película en la que ella, por fin, era la protagonista. Max le había dado eso. Con cada palabra, con cada mirada intensa y sincera, la había hecho sentirse hermosa, visible, única. Ella, que siempre había pasado desapercibida, ahora sentía que existía de verdad. Que alguien la veía. Que alguien la elegía.
Hasta que escuchó su nombre.
Fue un susurro seguido de una carcajada, y si no hubiera pasado justo frente al baño de los chicos en ese momento, si la puerta no hubiera estado apenas entreabierta, quizá nunca lo habría escuchado. Pero el destino, a veces cruel, quiso que todo se revelara justo ahí.
—¿De verda