La tarde había caído y con ella una sensación de incertidumbre tan densa que parecía impregnarlo todo. El cielo gris reflejaba el caos que Sofía sentía por dentro. Caminaba sin rumbo fijo, con las manos escondidas en los bolsillos de su abrigo, mientras el viento helado golpeaba su rostro. A su alrededor, la ciudad seguía su curso: autos, luces, gente apurada… pero nada lograba arrancarla del torbellino de pensamientos que la consumía.
Max.
El simple hecho de pensar en su nombre le provocaba un nudo en el estómago. Cada palabra de Adrian Wright resonaba en su cabeza una y otra vez: “Él tiene intenciones más allá de las que puede imaginar.” Lo había negado al principio, convencida de que todo era una confusión, una mala interpretación. Pero las pruebas estaban ahí. Max había movido piezas dentro de su empresa, había usado información que solo alguien con acceso directo a ella podría tener.
¿De verdad la había estado manipulando todo este tiempo? ¿Otra vez?
Sofía cerró los ojos por un i