El aire en la oficina de Sofía estaba denso, como si las paredes mismas pudieran sentir la furia contenida en su pecho. La reunión con Max había terminado horas atrás, pero su mente seguía girando, procesando cada palabra, cada gesto, cada detalle del encuentro. Había algo en él que la inquietaba, algo que se escondía detrás de esa fachada de hombre redimido. Pero Sofía no iba a permitir que sus emociones la traicionaran. No otra vez.
Se levantó de su silla, caminó hasta la enorme ventana que dominaba la ciudad y cruzó los brazos sobre el pecho. Desde allí, podía ver las luces parpadeantes del distrito financiero, como si cada torre fuera un gigante dormido. Y entre todos esos edificios, uno pertenecía a él: Max Smith.
El nombre solo provocaba un escalofrío en su espalda.
No, pensó con determinación. No voy a permitir que entre otra vez a mi vida. Esta vez, yo decido cómo termina esta historia.
Tomó su teléfono y marcó el número directo de Javier, su director de operaciones. Un hombre