Más que un encuentro (2da. Parte)
El mismo día
Úglich, cerca de Moscú
Katya
Alguna vez todas soñamos con ese instante que parecía escrito en otra dimensión, ese momento trascendental donde todo finalmente sucedería. Lo ensayábamos en la mente como una obra delicada: qué decir, cómo mirar, cómo no parecer torpes o vulnerables. Armábamos un pequeño guion interior, convencidas de que, llegado el día, estaríamos listas.
Pero la verdad es otra. Una cosa es imaginarlo en la seguridad del pensamiento, y otra muy distinta es vivirlo. Porque cuando la vida decide ocurrir de verdad, se lleva por delante cualquier ensayo. Entonces todo lo que habíamos memorizado se evapora como tinta bajo la lluvia. Y no queda más que el temblor en el pecho, la urgencia en la mirada, la piel despertando. Ya no pensamos; sentimos. Observamos, respiramos, tocamos esa realidad tan palpable que nos desconcierta. Y reaccionamos. Como sabemos, como podemos.
¿Bien o mal? Esa es otra historia. Pero en ese instante, la imaginación se calla y deja que hab