Lo que sentimos (4ta. Parte)
El mismo día
Úglich, cerca de Moscú
Maskim
Dicen que no existen las casualidades. Que todo —incluso lo más insignificante— ocurre por una razón, como piezas invisibles moviéndose en un tablero que no alcanzamos a ver. Hay quienes buscan patrones en cada encuentro, cada silencio, cada mirada que dura un segundo más de lo normal. Otros, en cambio, prefieren no mirar demasiado de cerca. Porque cuando uno se atreve a buscar sentido en lo aparentemente trivial… puede encontrar verdades que duelen.
A veces las señales están ahí, claras como cicatrices, pero las pasamos por alto. Por orgullo. Por miedo. Por esa necesidad absurda de mantener el mundo como creemos que es, no como realmente se nos presenta.
Y están los que sienten —yo entre ellos—, que el instinto no miente. Que hay momentos en que el corazón grita tan fuerte que sería un crimen no escucharlo. Entonces, seguimos ese impulso, como si caminar a ciegas fuera mejor que quedarse quieto. Porque quedarse quieto duele más.
Tal vez no s