Los gemelos estaban ideando un plan, ya que necesitaban comunicarse con su padre sin que su madre se diera cuenta.
–Pediré que regresemos porque estoy cansado, fingiré que voy a dormir y cuando esté solo llamo al señor Remington y le doy la lista.
–Creo que no va a ser necesario, ahí viene un enfermero y no deja de mirarte –le advirtió George.
–Cierto, debe ser hora de mis ejercicios. Entonces quedas a cargo.
–Hora de la terapia amigo Adrián –anunció el enfermero cuando llegó junto a ellos.
–Sí, gracias. Mamita me voy a la terapia.
–Está bien mi amor, yo disfrutaré un poquito más de este cálido sol –señaló Evana–, ven George.
–Mami, si no te importa iré a repasar unas cosas, ¿me puedo acostar en tu cama?
–Sí, mi amor.
–¿Te acompaño? –preguntó Analía.
–No tranquila, quédate con mami y tú también toma sol.
Terminó de hablar y regresó a la habitación de su madre, el lug