Al día siguiente, cuando Mayte despertó, una sensación de miedo la envolvió.
Por un momento, pensó que lo vivido el día anterior había sido solo una pesadilla, un mal sueño del cual no podía despertar.
Sin embargo, al abrir los ojos, se encontró con Manuel a su lado, su rostro sereno y protector.
—¿Manuel? —susurró, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
Él abrió los ojos lentamente, como si despertara de un profundo trance.
—Lo siento, yo… —comenzó a decir, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta.
—Gracias por estar aquí —respondió ella, dejando que la calidez de su voz llenara el espacio entre ellos—. Tuve una pesadilla. Soñé que Martín me quería dañar.
Manuel no dijo nada al principio, pero una suave sonrisa se dibujó en su rostro, no quiso decirle nada a Mayte, pensó que dejar que creyera que era una pesadilla, la protegería de la crueldad de la realidad.
—No te hará daño, te lo prometo —dijo, su voz firme y decidida—. Nadie te va a hacer daño.
Mayte asintió, sin