Martín cargó a Mayte con cuidado, sintiendo el peso de su cuerpo mientras la depositaba suavemente en la cama.
La miró fijamente, una mezcla de ira y desesperación en su mirada.
—Mayte, ¿quién te crees que eres para dejarme? —dijo, su voz temblando de emoción contenida—. Dijiste que me amabas, te metiste en mi cama a la fuerza, y ahora pretendes dejarme. No me vas a dejar, no antes de que yo lo quiera, Mayte.
Mientras sus palabras resonaban en la habitación, Martín la observó en la cama.
La odiaba, pero ahora también la deseaba, solo por el hecho de ganar, sí, quería ganar para no sentirse un despechado, no soportaba su felicidad, si eso hacía que él se diera cuenta de lo mucho que se equivocó con ella.
La visualizaba vestida de blanco, caminando hacia Manuel en el altar, y esa visión lo llenaba de una mezcla de rabia y posesividad.
Sin pensarlo, comenzó a quitarse la camisa, sintiendo que la tensión en el aire se volvía palpable, como un hilo a punto de romperse.
Fue entonces que la p