Al día siguiente la tensión flotaba en el aire antes de que la junta empezara.
Manuel había convocado a todos los socios con voz firme; incluso había pedido a la abuela que asistiera.
La sala de juntas de Bella Antica, siempre pulcro y frío, parecía más pequeño esa mañana: las miradas se clavaban unas en otras, y cada asiento simbolizaba una decisión que podía salvar o hundir la empresa.
Ilse entró acompañada de Pedro —él había quedado como beneficiario de sus acciones cuando se casaron—, con la expresión compuesta que aprende quién ha decidido fingir seguridad.
Martín llegó al final, como siempre, dejando que la sala aguardara su presencia.
Los murmullos se apagaron cuando Manuel tomó la palabra; tenía la calma de quien cargaba miedo y una estrategia a la vez.
—Haremos una nueva colección de Bella Antica —anunció, la voz tensa pero clara—. Esta estará inspirada en la antigüedad: dioses griegos, mitos y símbolos. Buscamos recuperar el equilibrio entre lo clásico y lo moderno: mantener