Días después.
Manuel llegó temprano a la empresa.
La oficina, aunque impecable, respiraba tensión.
Se sentó frente a su escritorio, abrió los informes financieros y frunció el ceño.
Las cifras eran un desastre. El legado que tanto había costado construir a su abuelo se estaba viniendo abajo por las malas decisiones de Martín.
Suspiró, apoyando los codos sobre el escritorio y llevándose las manos al rostro.
A pesar del cansancio, una chispa de determinación brilló en sus ojos.
No iba a rendirse. No después de todo lo que había pasado.
Se puso de pie y miró por la ventana el horizonte de la ciudad.
—Voy a levantar esto —murmuró con firmeza—. Aunque tenga que empezar desde cero.
Tenía un plan: lanzaría una nueva colección inspirada en la mitología griega, una fusión entre arte, historia y elegancia.
Sería su renacimiento, el símbolo de una nueva era para la empresa.
No solo quería recuperar el dinero perdido, quería devolverle el honor al apellido Montalbán.
Y en el fondo, hacerlo era ta