Capítulo: Ella ha vuelto

Tres años después.

El salón principal de la mansión brillaba con un resplandor casi cegador.

Todo estaba listo para una gran celebración y se notaba el lujo y la elegancia de la familia Montalbán, había invitados poderosos y familiares excéntricos, así como fotógrafos, admirando el derroche para la ocasión.

Era el aniversario de boda de Mayte y Martín, tres años de un matrimonio que, para cualquiera que los observara desde afuera, parecía impecable, lleno de amor y complicidad.

Pero la realidad, ese matrimonio era solo una actuación, aquel par eran solo dos extraños que apenas se reconocían.

Mayte se encontraba en su habitación, sola frente al gran espejo que ocupaba casi toda una pared.

El vestido dorado que llevaba puesto abrazaba su figura delicada, resaltando cada curva, cada línea de su cuerpo.

Sonreía solo para practicar su mejor actuación y que nadie descubriera que, en realidad, ese matrimonio era una condena cada día.

Tres años. Tres años de silencios, de miradas esquivas, de noches en las que el frío de la indiferencia llenaba la casa compartida.

 Tres años cargando con una frase que aún la perseguía:

“No me excitas como Fely”.

Y aun así, cuando miraba a su hijo dormir, no podía imaginar arrebatarle la ilusión de tener una familia. No podía destruir la idea que su hijo tenía de un hogar lleno de amor, aunque fuera un amor falso.

Por eso, a pesar de su dolor, Mayte seguía actuando, manteniendo el rol que la sociedad exigía.

Un golpe seco en la puerta la hizo recomponerse de golpe.

—Apúrate, nos están esperando —dijo Martín, con su voz fría y distante, sin mirarla directamente.

Ella asintió en silencio, su corazón latiendo con fuerza, y lo siguió mientras descendían por la escalera hacia la fiesta.

***

El salón estaba lleno.

Aplausos, brindis, música suave, conversaciones que parecían triviales.

Mayte y Martín bailaron, sonrieron para las cámaras, compartieron gestos de afecto que eran más actuados que reales.

Martín bebía más de la cuenta, dejando que el alcohol suavizara su rigidez, mientras Mayte mantenía la compostura con un esfuerzo casi sobrehumano.

Llegó el momento de renovar los votos.

Se tomaron de las manos frente a todos.

Mayte comenzó

—Prometo… hacerte feliz, en la salud y en la enfermedad, hasta que…

Y entonces, todo cambió.

La puerta del salón se abrió de golpe, y la entrada de la mujer de rojo fue como una explosión de fuego en medio de la calma tensa del salón.

Cada ojo se volvió hacia ella, cada respiración pareció detenerse.

Era Fely.

El murmullo recorrió la sala como un relámpago, el choque de miradas, el silencio entrecortado por respiraciones contenidas.

Martín soltó la mano de Mayte sin pensarlo, sus ojos fijos en Fely, como si el resto del mundo hubiera desaparecido.

Caminó hacia ella con pasos decididos, ignorando la incredulidad y el asombro de todos los presentes.

Fely lo abrazó con descaro, con la seguridad de quien sabe que ha ganado, él no dudó, aunque aún sorprendido, también la abrazó a su cuerpo.

Mayte bajó la mirada sintiendo como todos la observaban con lástima.

Mientras que Fely, no dudó en acercarse al hombre y le susurró algo al oído que lo hizo temblar, que hizo que su cuerpo se estremeciera de un modo que Mayte nunca había logrado.

—Tienes que ayudarme, amor… ¡Tenemos una hija juntos!

El mundo de Martín colapsó en ese instante.

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