Martín miró los papeles con una intensidad que desbordaba su desesperación.
Los apretó con rabia, sintiendo cómo el papel se hundía entre sus dedos, como si pudiera aplastar la cruel realidad que contenían.
Su mirada se deslizó por las palabras impresas, cada línea resonando en su mente como un eco de una verdad que jamás había querido aceptar.
¡Era negativo! Hernando no era su hijo.
La revelación lo golpeó con la fuerza de un huracán, y su corazón se encogió en su pecho.
Lanzó una mirada gélida hacia Mayte, su expresión una mezcla de incredulidad y furia.
Las palabras que brotaron de sus labios fueron como dagas, cortantes y afiladas.
—¿Lo sabías? ¿Por eso te involucraste con él?— La acusación pesaba en el aire, cargada de traición y desconfianza.
Mayte, atrapada en el torbellino emocional que había desatado, rodó los ojos y negó con vehemencia.
—No sabía nada, también me acabo de enterar como tú—. Su voz, aunque firme, temblaba ligeramente, como si cada palabra estuviera impregnada d