La recepción se llevaba a cabo en el Salón Libanés, un elegante espacio decorado con lujosos candelabros y mesas adornadas con flores frescas.
El ambiente estaba impregnado de un aire festivo, pero también de una tensión palpable.
Manuel entró con Mayte a su lado, y todos los ojos se posaron sobre ellos.
Bailaron el vals de novios, y el sonido de los aplausos llenó la sala, él la abrazó a su cuerpo, se sentía feliz, satisfecho.
Bailaron uno frente al otro, mirándose fijamente.
La música sonaba alegre, pero sus pensamientos eran un torbellino de dudas y temores.
Martín y Fely también se unieron a la pista de baile, pero la mirada de Martín era fría, como si estuviera evaluando cada movimiento de su hermano.
La fiesta comenzó a tomar vida, y las risas y conversaciones resonaban en el aire, pero Mayte, aunque sonreía, sentía una inquietud creciente en su interior.
Se había esforzado por dejar atrás su pasado y creer que esta vez sería diferente, que Manuel sería el amor que siempre había