La empleada apareció desde la cocina cargando el pastel, una hermosa creación de tres pisos decorada con flores de azúcar y velas doradas.
Todos se acomodaron alrededor de la mesa principal, expectantes, listos para cantar el “feliz cumpleaños” y dar paso al baile y a la cena.
Era una noche especial. El salón brillaba con luces cálidas, las mesas adornadas con centros de flores blancas y doradas. La familia y los invitados sonreían, conversaban, brindaban. Era el momento perfecto.
Braulio estaba radiante. Había esperado esta celebración con una ilusión que le desbordaba por los ojos. Estaba verdaderamente emocionado; se notaba en la manera en que respiraba hondo, tratando de no romper en una risa nerviosa. Aurora lo miraba desde su lugar, sintiendo esa ternura que solo él sabía despertarle.
Comenzaron a cantar. Las voces se unieron, llenando el salón de una armonía sencilla pero alegre.
Braulio miraba a todos con gratitud; Aurora notó que incluso sus ojos se humedecían un poco. La canc