Cuando Braulio llegó aquella tarde, traía consigo una pequeña bolsa con las medicinas que Aurora necesitaba y, envuelto con cuidado, un postre dulce que sabía que a ella le encantaba. Había pasado por tres farmacias diferentes para conseguir exactamente lo que le habían recetado, y aun así, al entrar en la casa y verla recostada en el sofá, sintió que algo oscuro se interponía entre ellos.
Aurora lo observó fijamente desde el primer segundo. No sonreía, no mostraba alivio al verlo llegar. Sus ojos, profundamente tensos, se clavaron en él como si estuvieran buscando una verdad oculta.
—¿Qué pasa? —preguntó él, notando el gesto rígido del rostro de la mujer.
Aurora abrió la boca para responder, pero ni siquiera alcanzó a pronunciar la primera sílaba. En ese instante, su teléfono comenzó a sonar. Miró la pantalla, dudó un segundo y finalmente contestó.
Braulio la observó con creciente inquietud. Solo escuchó murmullos cortos… hasta que Aurora palideció.
Sus dedos comenzaron a temblar, y s