Aledis corrió hacia su auto con más rapidez de la que los tacones le permitían. Antes de llegar sintió el tobillo doblarse y el crujido de un zapato roto le siguió.
—¡Mierda! —Se los quitó y terminó la carrera descalza. Entró a su coche y arrancó como si fuera perseguida por un grupo de psicópatas.
En el trayecto que comenzó sin rumbo fijo su conciencia la estaba matando. «¿Cómo pude comportarme así?». No lograba darse una explicación a la forma inhumana que a veces se apoderaba de ella. Conforme presionaba el pie en el acelerador sentía disminuir los latidos del corazón, y parecía calmarse. «Aún queda un mes, puedo hacerlo todo. Con la remodelación llegarán más pedidos. Quizá si vendo mi departamento y consigo uno más accesible, si dejo las visitas al cirujano».
—¡Jamás! No venderé mi casa, es mi sueño —murmuró, hablando sola en el interior de su auto.
Aparcó frente a la clínica que había visitado demasiadas veces. Sin importarle el estado en que estaba salió del auto y caminó de