Capítulo: “El Último Aliento de la Bruja”
La plaza estaba colmada. La tensión era densa, como un campo de energía flotando sobre los cuerpos. Las piedras parecían recordar. El eco de sentencias pasadas retumbaba entre los muros, en los ojos de los ancianos, en los rugidos contenidos de los lobos presentes. Esta vez, no habría injusticia. Esta vez, Nayara no sería víctima.
El círculo fue marcado con sangre de lobo. Un antiguo ritual. El duelo sería sagrado. Sería definitivo.
Lidia, escoltada por Alaric y Khael, fue conducida al centro. Iba con los pies descalzos, el cabello enredado y esa sonrisa envenenada que no la abandonaba ni aún en su caída. Se sabía perdida, pero aún tenía veneno en la lengua.
Nayara apareció por el lado opuesto.
Vestía una túnica negra con una luna bordada en plata sobre el pecho. Sus pasos eran firmes, sus ojos dos brasas encendidas. Cuando entró al círculo, el aire se cortó. Khael, desde la tribuna de Alfas, inclinó la cabeza. Gael, de pie, apretaba los puños