La noche sangraba estrellas sobre el cielo oscuro, y la luna, en su fase más llena, dominaba lo alto con un resplandor gélido, casi desafiante. El claro del bosque, rodeado de árboles altos como torres milenarias, era ahora un campo de guerra, donde los susurros se habían tornado aullidos, y los aullidos, rugidos.
Los cazadores habían llegado ,eran enviados por la Luna Lidia y autorizados por el Alfa Aldric.
Convencidos de que iban a recuperar un cadáver… y terminar con una amenaza que sentenciaba a la manada a vivir en alerta .
Pero no estaban preparados para lo que encontrarían frente a ellos .
Nayara, con la respiración agitada pero los ojos firmes, se posicionó a espaldas de Khael. Su loba estaba despierta, rugiendo en su interior como una bestia invencible. Cada músculo de su cuerpo vibraba con fuerza lunar, con ese nuevo poder que aún no comprendía del todo, pero que ahora fluía como una corriente viva bajo su piel.
—¿Lista? —preguntó Khael, su tono más feroz que nunca.