Vigilante

Hojeo la revista y frunzo el ceño. —Quiero salir fuera—, digo en tono frustrado hacia Raphael.

Él se gira para mirarme. —Vale—, dice.

Lo miro confundida. —¿De acuerdo?

Él asiente. —De acuerdo.

Hace unos días no le parecía bien. Insistió en que me sentara en la silla de ruedas mientras me llevaba de un lado a otro. No me gustó en ese momento, pero sé que era porque estaba preocupado.

Raphael cierra la pantalla del portátil y se acerca a mí. Me agarra de la muñeca y extiende mi brazo alrededor de su espalda mientras me levanta.

Sonrío y me lo limpio rápidamente. —Estoy bien, ¿sabes?

Él asiente. —Lo sé.

—Bueno, puedo andar sola—, le digo.

—Nunca dije que no pudieras—, dice antes de suspirar y frotarse la cara. —¿Ya no eres feliz?

La pregunta me coge por sorpresa y me paralizo en sus brazos.

Me gira para que le mire. —Desde que te traje del hospital, tienes frío—, dice decepcionado.

—Sé que te he decepcionado. Sé que no llegué a tiempo—, me dice agarrándome la cara. —Pero crée
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