Lejos... Muy Lejos

Estoy temblando.

Raphael me agarra las manos y me frota las palmas con las suyas para calmarme.

—No pasa nada—, me dice.

Casi consigo que lo maten. Se sacrificó por mí, no puedo dejar que le pase esto.

Levanto los ojos del suelo de cemento y le miro. Veo que le chorrea sangre por un lado de la cara y que tiene un corte en el torso.

Así que no soy adoptada y Aaron está vivo. Es mucho para asimilar. La ira hierve en mi interior. ¿Cómo han permitido mis padres que ocurriera esto?

Veo a la policía registrar la casa, marcar cosas y entrar y salir.

Raphael me coge la mano y me la aprieta. —Estamos bien—, dice. —Eso es lo único que importa.

Pero sé que miente. El piso de arriba está completamente destrozado y yo estoy aquí sentada en el salón de abajo teniendo lo que parece un ataque de pánico.

Respirar hondo no me calma, de hecho, empiezo a temblar aún más.

Su casa está destrozada, aquella por la que trabajó tan duro. Casi muere y yo soy la culpable.

Raphael me levanta la barbilla para que
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