Abro la puerta de mi departamento, abrumada y cansada. Siento un ferviente deseo de dejarme caer en la cama y no reaccionar hasta el día siguiente, pero la necesidad de ser mimada me asalta de inmediato.
De repente, el sonido de mi teléfono celular interrumpe mis pensamientos y, al mirar la pantalla del móvil, no puedo evitar el esbozo de una sonrisa.
- ¿Mi amor? - pregunta Max anhelante.
- Ya te extrañaba - digo un tono coqueto.
- Yo también - expresa con cautela.
Creo percibir una creciente preocupación en su voz, la paranoia y mis inseguridades comienzan a dominar mis pensamientos.
- ¿Pasa algo? - pregunto después de haber analizado durante algunos minutos la situación.
- Tenemos que hablar - me dice con su voz quebrada - voy enseguida para allá.
El miedo comienza a guiar mis emociones. ¡Estaba raro! Exclamo en voz alta, con un ligero temblor recorriendo mis miembros. El pánico asoma a mis ojos y, mientras espero a Max, me dejo caer en el sillón del recibidor.
Me