A veces sucumbir a la tentación suena bastante apropiado, porque es el corazón el que gobierna nuestras decisiones y deseos fervientes, obligándonos a no repensar y a actuar de forma espontánea. Como psicóloga siempre he pensado que, en determinadas circunstancias, el órgano, símbolo de nuestros sentimientos, nos muestra el camino adecuado.
Siempre he tratado de llevar a mis pacientes la espontaneidad propia de las personas genuinas, pues actuar sin hipocresía, siendo fiel a los principios, garantizará el éxito en una relación.
Cuando Max llegó a mi vida había salido de una relación romántica tormentosa, donde predominaba la traición y el engaño. Fue difícil para mí contemplar cómo mi vida estaba condicionada por las acciones de un hombre que veía en la traición un medio normal para obtener un fin, en este caso, el control de las decisiones en el matrimonio.
Ver cómo se desmoronaba la relación, cómo mi mundo se derrumbaba, fue particularmente doloroso, pero, en medio de mi dolor,