27. ALEX
La oscuridad es total, pero mis ojos están abiertos. El reloj en la mesa de noche marca 4:40 a.m. Joder.

​Casi nunca duermo bien. Y menos así.

​Siento el peso de su cabeza en mi pecho, su respiración suave y regular contra mi piel. Mi brazo está atrapado bajo su cuello, inmovilizado. Siento que estoy completamente vulnerable. Es la peor sensación del mundo.

​Vulnerabilidad. La palabra me hace apretar la mandíbula. Desde que tengo uso de razón, he asociado la vulnerabilidad con el desastre.

​Recuerdo la cocina de la casa de mi infancia. Yo tenía ocho años, y mi madre estaba empacando sus maletas. Mi padre, un hombre que parecía de acero, estaba destrozado en el sofá. Mi madre se fue con su mejor amigo, el padrino de mi hermana, el hombre que venía a cenar cada domingo.

​Me dejó con esa maldita lección grabada: no confíes en una mujer. Y especialmente, no confíes en el placer que te dan, porque en el momento en que te das la vuelta, te habrán apuñalado.

​Después de eso, mi padre tr
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