Seducir a mi Secretaria
Seducir a mi Secretaria
Por: Monn Star
Capitulo 1

—No te puedes ir.

Eric Bastian, había hablado con tanta autoridad y convicción que, por un momento, Teresa Mendoza se lo había creído. Los rasgos faciales de su jefe, que era muy guapo, parecían reflejar una emoción más fuerte de lo normal. El estaba sentado a su mesa en el despacho en la Gran Manzana, se pasó una mano por el pelo y se puso en pie.

Teresa sintió que el estómago le daba un vuelco. Era la ansiedad. Sí, pero también el deseo que despertaba en ella aquel hombre.

No daré mi brazo a torcer. Es mi vida, pensó.

Así que tomó aire profundamente.

—Llevo siendo su secretaria personal por casi ocho años. Le agradezco la libertad y la responsabilidad que me ha dado, pero ha llegado el momento de seguir adelante.

—¿Seguir adelante? —se indignó . Esto no es una caravana de inmigrantes. Es una empresa y cuento contigo para que me ayudes a llevarla.

Teresa tuvo que hacer un gran esfuerzo para no comentar que Caspia, ya que aquel conglomerado de marcas de lujo y que era imposibe compararla con una carabana de imnigrantes. No abrió la boca porque era evidente que su jefe no estaba de buen humor y ella tampoco.

Eric cruzó el despacho, tomó los documentos que había en su bandeja de asuntos pendientes y se los entregó a Teresa.

—Por favor, conciértame una cita para mañana por la mañana con Wellington. Quiero consultar con él y los contadores los planes que tengo para la empresa en el proximo trimestre antes de la la Junta Directiva se reuna para finales del proximo mes —le dijo hojeando el correo—. Y también quiero que busques a otra mujer que se encargue de cuidar mi piso aqui  en Nueva York—añadió frunciendo el ceño.

¿Acaso pretendía ignorar que le había dicho que se iba?

Teresa sintió que el enfadose apoderaban de ella mientras se quedaba allí, de pie, en silencio conto hasta diez como ya era costrumbre en ella para calmar su temperamento latino, que bien sabia ella estaba a punto de salir.

Su jefe sacudió la cabeza mientras estudiaba un documento, de seguro algo que no encajaba en la contabilidad del informe. Teresa habría preferido no irse en aquellos momentos, pues era cierto que Eric necesitaba ayuda para sacar adelante la empresa.

Tessa pensó que lo que tenía que hacer, dado el poco interés que su jefe mostraba ante sus necesidades, sería dejarlo tirado y que se las apañara como pudiera. Sin embargo, las cosas se debían de haber puesto feas de verdad en la ultima reunion que tuvo con Nikolaus. Para empezar, Eric había llegado vestido de traje cuando, normalmente, iba vestido de manera informal. Le gustaban las camisetas de las marcas  Prada o Gucci. Pero  aquel día, sin embargo, se había puesto un traje gris marengo.

Teresa se dijo que debería estar contenta, pues aquello la ayudaba a no tener que fijarse en sus impresionantes fisico, claro estab en estos momentos estaba lo suficientemente enfadada como para tener cualquier interes en el fisico de  sus jefe. 

—Me voy a vivir a California dentro de dos semanas. Si lo prefiere, me puedo irinmediatamente.

Eric maldijo en voz baja, pero no levantó la mirada. Pasó una página del informe que ella le había entregado y se concentró en una columna de números.

Teresa parpadeó, intentando mantener la calma recordandose asi misma que no debia enfadarse ya que pronto no trabajaria mas para el. 

—Adiós —le dijo con voz trémula mientras iba hacia la puerta.

Para salir del despacho tuvo que pasar por encima de una de las cajas de cartón que contenían aquellos interminables informes que la habían consumido durante los últimos dos meses, incluyendo tres fines de semana en los cuales supuestamente tenia que descansar.

—¿Adónde vas?

La voz de Eric reverberó por toda la estancia, desde el suelo hasta el techo

del edificio del siglo XX.

—¡Si se molestara en escucharme, sabría que me voy a California! —exclamó

Era la primera vez que le levantaba la voz y él se sorprendio ya que ella por norma nunca alzaba la voz, Eric dejó el informe sobre la mesa.

—Teresa, no lo dirás en serio.

—¿Por qué? —le preguntó dubitativa.

—Porque te necesito.

Aquellas palabras le llegaron al alma, pero  se dijo que tenía que mantener la calma y no dar su brazo a torcer. Ojalá fuera cierto, ojalá fuera verdad que la necesitaba, a ella como mujer, y no como secretaria que se encargaba de todo con tal eficiencia que parecía invisible. Pero no era cierto. Había supermodelos y actrices de todas partes que se le colgaban literalmente del cuello, siendo el recordatorio perfecto para que ella se diera cuenta que el nunca la miraria como mujer, quien podia competir con esas mujer llenas de glamur y sofisticadas de seguro ella no.

—Teresa —le dijo Eric  yendo hacia ella—. Sabes que estoy perdido sin ti.

La estaba mirando a los ojos. Aquellos ojos grandes, azules y ligeramente rasgados podían hacer que ella hiciera casi cualquier cosa. Sintió que el corazón comenzaba a latirle de manera acelerada. «Lo está diciendo solamente para que no me vaya y lo deje en la estacada», pensó. Aun así…

—Voy a cumplir treinta años el mes que viene —le dijo.

—¿Y eso qué tiene que ver? —se extrañó.

Qué típico de el decir eso. ¿Por qué le iba a importar a el que quisiera casarse, tener hijos, formar una familia y tener una vida de verdad? Teresa pensó que era mejor no decirle nada de aquello, que era mejor irse con dignidad.

—Que ha llegado el momento de cambiar —contestó.

—Teresa —dijo cruzándose de brazos y mirándola fijamente—. Si no estás satisfecha con tu puesto, me lo dices inmediatamente. ¿Es por el sueldo? Te lo subo ahora mismo.

—No, no es nada de eso.

Estaba nerviosa, pues no quería que el se diera cuenta de que, precisamente, él era parte de la razón por la que necesitaba irse. Eric Bastian, apodado «el príncipe de Manhattan» por la prensa sensacionalista de Nueva York, le recordaba constantemente lo que no tenía en la vida. Sobre todo, porque apenas se fijaba en ella.

—Me siento como si estuviera estancada. La vida se me escapa y yo no hago nada…

—¿Y te parece que California es la tierra prometida?

—No, no es eso, pero necesito aire nuevo —contestó liberándose de su mirada y paseándose por el despacho para empezar.

El corazón le latía desbocado.

—¿Te han ofrecido otro trabajo?

—No —contestó, apartándose un mechón de pelo de la cara—. Todavía no tengo trabajo en California. Ya lo buscaré cuando llegue.

—Entonces, ¿por qué te vas a California? ¿No será por un hombre?

Teresa se quedó helada, ¿como que  un hombre? pero pensandolo mejor es mejor que  pesnara asi.

—Sí, la verdad es que es por un hombre.

Eric dudó. Una sensación extraña se había apoderado de él.

—Vaya, no sabía que estuvieras saliendo con alguien.

—Bueno, usted es mi jefe, no tiene por qué estar enterado de mi vida privada.

—Sí, pero también somos amigos, ¿no? Me lo podrías haber dicho. Me podrías haber advertído que te habías enamorado y que estabas a punto de irte y de abandonarme.

—Ha estado  fuera de la sede Central desde la ultima reunion, solo nos hemos vistos  brevemente para decirme que tenia que revisar un monton de informes y haz salido a inspecionar las sucursales en Europa. Además, no es que me haya pedido que me case con él ni nada por el estilo, así que tampoco hay mucho que contar —añadió pasándose una mano por su preciosa melena castaña y larga.

De repente, Eric sintió que el deseo se mezclaba con la irritación.

—¿Así que te ha pedido que te vayas a vivir con él a la otra punta del país, pero no te ha pedido que te cases con él? —se indignó.

—No es eso —contestó  sonrojándose.

—¿De quién se trata?

—Se llama Ray Patteson—contestó—. Es abogado. Llevamos saliendo uno par de  meses y le han propuesto trabajar en un bufete de Los Ángeles. Hace dos días me pidió que me fuera con él.

—¿Y le dijiste que sí? —explotó Eric indignado e incrédulo.

Teresa cruzó el despacho en dirección a la puerta.

—Le dije que me lo tenía que pensar. Me lo he pensado y he decidido que el cambio me vendrá bien —contestó sin mirarlo.

—Te equivocas —le aseguró

Teresa se giró hacia él y lo miró con sus enormes ojos verdes.

—Me siento culpable por irme y dejarlo con todo, al cargo de la empresa ahora que hay tanto trabajo, pero me pregunto si no será mi última oportunidad.

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