Capitulo 2

Eric se preguntó cómo era posible que una mujer tan guapa y con tanto talento estuviera dispuesta a jugárselo todo a una carta.

—Lo cierto es que su nombre me suena.

—Sí, es bastante famoso porque representó a Ivana Novic en su divorcio.

Eric dio un respingo.

—¿Es ése abogado de divorcios? —se indignó.

Lo había visto en la televisión y le parecía que aquel hombre no tenía escrúpulos.

Teresa asintió, apartó la mirada y se puso a pasearse por el despacho de nuevo.

—La verdad es que es muy agradable. Tiene mucho trabajo, por supuesto, pero es amable y comprensivo y… ¡ay!

Tropezó con una caja y cayó de bruces al suelo.

—¿Te has hecho daño? —le preguntó Eric corriendo hacia ella.

—No, estoy bien. Qué torpe —contestó Teresa sonrojándose de pies a cabeza mientras aceptaba la mano que Erc le tendía para incorporarse del suelo —.Esto me pasa por dejar cajas por todas partes. Antes de irme, las dejaré organizadas y pegadas a la pared.

—De eso, nada —contestó Eric sin soltarle la mano.

No quería que Teresa se fuera. Era la mejor secretaria que había tenido. Ahora que pasaba mucho tiempo en Europa, necesitaba una persona de total confianza al otro lado del Atlántico y ella había demostrado ser una mujer inteligente y con iniciativa en la que se podía confiar con los ojos cerrados .El mismo le confiaba todo, desde sus asuntos personales hasta el vergonzoso estado financiero de la empresa, ella conocia tod sobre el lo bueno y lo malo.

Teresa intentó retirar la mano, pero él no se lo permitió.

—Teresa, eres indispensable para mí. ¿Qué puedo hacer para que te quedes?

Ella lo miró a los ojos y Eric  percibió su emoción. Era evidente que Teresa quería hablar, pero no encontraba las palabras. ¿Por qué no se había fijado nunca en lo expresiva que resultaba su boca o en que su piel tenía un brillo iridiscente que se parecía llamarlo? Aprovechando que Eric se había quedado relajado mirándola, Tessa retiró la mano y dio un paso atrás.

—No quiero nada —anunció.

—Pues yo, sí —contestó impulsivamente.

Le daba pena ver a Teresa paseándose por su despacho como un potro salvaje que galopaba directamente hacia el desastre. Aquella mujer no podía irse, tenía que quedarse con él. Lo había pensado con tanta convicción que hasta él mismo se sorprendió. ¿Porque sentía celos al imaginársela con otro hombre? Posiblemente...

—Deja eso ahí —le dijo  acercándose a ella, tomando la caja y apoyándola contra la pared—. No quiero que te hagas daño —le dijo mirándola de reojo mientras colocaba otra caja contra la pared.

Teresa enarcó una ceja y lo miró indignada.

—Aunque estoy delgada, tengo fuerza —le aseguró.

Como para demostrarlo, tomó la caja  que se encontraba sobre  su escritorio   y la dejó junto a la que él acababa de colocar. A continuación, se limpió el polvo de las manos y se las puso en las caderas, lo que provoco que este  se fijara en su cuerpo. Al instante  sintió que el deseo se apoderaba de él.

—Si sigues haciendo estas cosas, no voy a poder permitir que te vayas —  comentó sonriendo.

—No me puedo quedar —recapacitó, sin embargo.

—Me temo que no puedo permitir que te vayas.

Aquello hizo reír a Teresa.

—¿Qué es eso de que no puedes permitir que me vaya? —exclamó, tuteándolo por primera vez—. Te recuerdo que, aunque seas mi jefe en estos momentos aun , no puedes dirigir la vida de una mujer.

—Te aseguro que jamás se me ocurriría  controlarte ...  —se rió —. Por favor, quédate los quince días de rigor. Es la costumbre cuando se deja un trabajo, ¿no? —añadió—. Ademas quiero que me acompañes en un viaje— improvisó.

—Oh.

Eric se dio cuenta de que a ella se le habían iluminado los ojos. Bien.

— Bien, pongamonos a trabajar cuanto antes terminemos, asi saldremos antes. Por favor quiero que convoques inmediatamente una reunión con los ejecutivos de la empresa y  llama a los coordinadores tambien. Los quiero a todos aquí. Cueste lo que cueste.

Eric esperó su reacción pero ella solo se limito a asentir con la cabeza caminando hacia su escritorio  para sentarse y sacar  su agenda de trabajo, le dijo

—La verdad es que cuando acepté este trabajo lo hice pensando que, a lo mejor, me tocaría viajar, así que acepto encantada la invitación para ir a la sucursal europea antes de abandonar la empresa.

—Nos iremos mañana en mi avión privado. Tenlo todo arreglado para la reunion a las dos de la tarde —anunció.

A medida que el plan se le iba ocurriendo e iba tomando forma, Eric sintió que la energía comenzaba a brotar. Durante aquel viaje, conseguiría que Teresa se olvidara de aquel picapleitos especializado en divorcios conflitivos  que quería arrebatársela.

Por supuesto, no tenía ningún interés personal en ella, ya que se tomaba tanto los negocios como el placer muy en serio, lo que significaba que había que mantenerlos estrictamente separados.

Pero los encantos del paisaje europeo ombinados con algún que otro encanto por su parte harían que Teresa se diera cuenta de que dejar la empresa y abandonar la el era una locura.

Una hora y media despues de salir del despacho de Teresa, Eric sintió cierto alivio mientras le estrechaba la mano a su viejo amigo. Wellington era de esos hombres con los que uno podía contar en momentos de crisis, pues sus ojos  jamás reflejaban preocupación.

—Siento mucho no haber podido irme contigo a hacer snowboard, pero a Elizabeth le pareció una locura —se disculpó.

El comentario hizo reír a Eric

—Ese es el problema de estar casado, que tienes que vivir con alguien que

realmente se preocupa por ti.

—Sí, y que tienes que dejar de tirarte desde lo alto de las montañas —contestó su amigo sonriente—. ¿Y tú cuando te vas a casar?

—Nunca o cuando encuentre a la mujer adecuada, lo que ocurra primero — contestó.

Solían hacerle aquella pregunta a menudo.

—Desde luego, nadie puede decir que no estés intentando conocer a todas las mujeres del mundo, porque te acuestas con todas las que se te ponen por delante.

—Me limito a cumplir con mis deberes...

—Hablando en serio, ¿no te sientes presionado? por tu padre, cuando insiste en que tengas un heredero a quien pasarle todo esto que  estas tratando de mantener y construir.

—Intento no pensar en ello y, además, mi padre sólo tiene sesenta aun tengo teiempo para encontrar a lamujer adecuada y que el viejo vea a sus nietos coretar por la mancion.

Aquello los hizo reír a ambos, pero Eric se dio cuenta de que su amigo se reía de manera un tanto forzada. ¿Por qué la gente que se había casado siempre intentaba convencer a los demás de que lo hicieran a pesar de que no eran completamente felices?

—Supongo que habrás venido para que hablemos de la Empresa—le dijo

haciéndole un gesto a Wellington para que se sentara.

—Así es —contestó  tomando asiento—. Necesito que me asesores. Me temo que la situación económica de la empresa es peor de lo que yo imaginaba.

—¿Por qué lo dices? —le preguntó  Wellington poniéndose serio.

—Antes de que yo me hiciera cargo de la empresa hace un  año, la llevaba Demon, un viejo amigo de mi padre. Es un buen hombre, pero los beneficios de ventas se fueron al garete durante su gestión —le explicó —. El año pasado incluso tuvimos pérdidas.

—¿Cómo? Confieso que las marcas de lujo no son mi especialidad, pero  la utima vez que mire tu empresa tiene algunas de las marcas mejores del mundo. Los coches Aria, las joyas Bugaretti, el champán Le Verge, las maletas Carriage Leathers… Por cierto, le regalé una a mi mujer el año pasado por Navidad y casi me arruino —recordó riéndose—. ¿Cómo es posible que perdierais dinero?

Eric  se echó hacia delante.

—Es cierto que las empresas que conforman la multinacional tienen buena fama desde que se fundó la empresa en 1950, pero se han quedado ancladas en aquella época. No han cambiado. Los métodos de producción están obsoletos, no son eficaces y no se ha hecho ningún esfuerzo por atraer a nuevos clientes. Quiero darle la vuelta a mis empresas y que comiencen a operar de verdad en el siglo XXI. Además, quiero llegar a un público más joven.

—Bueno, tú eso ya lo estás haciendo con el resto de tus empresas  —sonrió Wellington

Eric  se sintió orgulloso.

—Es cierto. Hace diez años,  comence por mi cuenta a trabajar patra lebantar  el imperio comercial que a hora manejo, pero esto es diferenrte este es eln legado de mi familia y quiero impulsarlo hacia el futuro. 

— Si alguien puede logra ese impulso eres tu —apuntó Wellington—. Tus logros en la hoteleria lo has conseguido prácticamente tú solo, asi que doy por sentado que aunque sea agotador esto que estas tratando de hacer con la  Compañia lo vas a llevar a delante.

—La verdad es que mi secretaria, Teresa, también ha tenido mucho que ver — contestó —. Es una maestra de la organización.

—Tienes suerte de que trabaje para ti.

—Lo sé —contestó,  apretando los puños al pensar que Teresa quería abandonarlo—. Quiero tener todo claro para la proxima reunion de los accionista de la Empresa, no quiero sorpresa por parte de ninguno de  ellos por esa razon estoy desde hace dos meses trabajando sin parar en mis otros negocios,  para poder dedicarme de lleno a lebantar el legado de mi familia..

—Seguro que te sale bien.

—Seguro que sí, pero estoy acostumbrado a construir desde cero, no a reconstruir algo que no funciona. Necesito que me asesores para reactivar las empresas del grupo.

—Bien —contestó Wellington quedándose pensativo—. Yo en tu lugar, comenzaría convocando una reunión  a todos y léeles la cartilla.

—Ya le he dicho a Teresa que convoque esa reunión.

—Excelente. Debes decirles que tienen que reflexionar y poner por escrito diez formas de aumentar las ventas inmediatamente —contestó.

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