La oficina quedó en un silencio pesado después de que Kai Nakamura se marchara, dejando tras de sí un aroma tenue a perfume caro y una tensión imposible de ignorar. Logan permaneció de pie junto al escritorio de Nathan, recargando la espalda contra la madera oscura, con los brazos cruzados y una sonrisa que mezclaba diversión y desafío. Su mirada todavía brillaba con el eco de la atención que había recibido de Kai, y eso, aunque Nathan no lo admitiera en voz alta, lo irritaba profundamente.
Nathan se quedó un momento observándolo, sus dedos rozando la copa de whisky que aún sostenía. La oficina parecía haberse reducido a una batalla silenciosa entre ellos: el espacio lleno de poder, orgullo y un deseo soterrado de imponerse. Finalmente, Nathan rompió el silencio con voz grave y cargada de autoridad:
—¿Sabes que podrías haber arruinado todo lo que acabamos de lograr, Logan? —dijo, su mirada fija en los ojos de Logan como si quisiera atravesarle el alma.
Logan arqueó una ceja, sin inmut