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Oliver no pudo guardarse nada y tuvo que decirle a Abi lo que sentía:

—Te ves preciosa.

Ella le miró con sus grandes y expresivos ojos y cayó brevemente en un coqueteo seductor y delicado.

Mejillas ruborizadas, sonrisa coqueta.

A Oliver le fascinó ver ese lado delicado y tomó su mano para llevarla hasta el auto.

—Pensé que cenaríamos aquí —musitó ella, ansiosa de cambiar esos planes y le miró a los ojos con intensidad.

—No te mereces una cena aburrida aquí —afirmó Oliver y la joven se mostró sorprendida—. ¿Te gusta el sushi?

La joven le escuchó con atención y el corazón se le derritió un poquito más cuando se repitió lo que el hombre le había dicho: “no mereces una cena aburrida aquí”.

¿Y qué merecía alguien como ella? Especuló, con el corazón latiéndole fuerte en la garganta.

—Me encanta el sushi —contestó ella con ilusiones y una bonita sonrisa entre sus labios.

El camino al restaurante que Oliver había visto por internet fue breve. Escucharon música y Abigail aprovechó de ese e
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