LÍA
“Escoge algo elegante para la cena de esta noche, y algo sexi para llevar debajo.”
Releí el mensaje unas cinco veces antes de procesar que no era una alucinación causada por falta de cafeína. No, ese mensaje era real. Dalton Keeland, el CEO arrogante con sonrisa de Dios griego, me estaba pidiendo que saliera temprano y que me comprara lencería.
Casi me voy de bruces contra el escritorio. Me golpeé la rodilla, tiré un folder y encima se me atoró el cabello con el clip del identificador. Todo muy digno. Las chicas del área me miraron con cara de “¿todo bien, reina?” Mientras yo me despegaba el cabello del gafete como si no estuviera teniendo un colapso nervioso hormonal.
— Esto no es una cita real, Lía. No es una cita. Es una clase. Una clase con tareas muy particulares. Nada de esto es real. Nada, nadita —. Me repetí como un mantra mientras me acomodaba los lentes y fingía ser una profesional seria y centrada.
Spoiler: no lo soy.
A las cuatro y media de la tarde salí de la oficina,