LÍA
No pensé que la velada con una suegra postiza sería una de las cosas más difíciles a las que me estaba enfrentando en mi vida. La mamá de Dalton eran de esas mujeres que celosas con su hijo. Me daba la sensación de que me veía como aquella araña peluda que estaba rondando a su bebé.
Debía reconocer que la mujer engendró al hombre más guapo que había conocido en mi vida, era el primer crush que se había cruzado en mi camino. La entendía, pero si ella supiera que su hijo fue quien sugirió un contrato y clases de seducción. . . Ahí sí que no podía hacer nada.
La cena avanzaba con la elegancia de una ópera en cámara lenta. La señora Keeland hablaba con el tono de quien daba entrevistas a la realeza y comía con la postura de alguien que aprendió etiqueta en Hogwarts. Yo, por mi parte, fingía no sentir que cada bocado estaba siendo evaluado por una jueza del infierno gourmet. Pero era la mamá de Dalton ¿Qué podía esperar?
— Dalton, querido —. Dijo la señora Keeland con su voz chillona,