Esposo posesivo
DALTON
El roce de sus labios todavía me quemaba, pero lo que me tenía realmente perdido eran esos malditos ojos grandes que me miraban como si pudiera resistirse. No podía. Ni quería.
— Dímelo igual —. Le solté, con esa insolencia que sabía que la volvía loca—. Quiero escucharte, Lía. Te reto a que encuentres la manera de decirlo sin que nadie afuera se entere de lo que estoy haciéndote.
Ella tragó saliva, sus mejillas enrojecieron. Mi sonrisa se ladeó. Bajé la voz, convirtiéndola en una orden íntima, peligrosa.
— Quiero que me digas cómo me vas a pedir más, incluso cuando te arrastre por cada borde de esta cama. —Mis dedos se deslizaron por su cuello, bajando lento, hasta enganchar la tela de su vestido, de la parte de arriba, y jalarla apenas, lo suficiente para descubrir un hombro—. Cómo vas a rogarme que no me detenga cuando te marque la piel a besos, para que mañana, al mirarte al espejo, recuerdes cada segundo en que fuiste solo mía.
Se estremeció. El cuerpo no m