LÍA
Me quedé petrificada. Sabía que si no actuaba rápido, el mundo me podría cambiar de un momento a otro si no reaccionaba rápido, pero mis piernas decidieron ser plomo y el mundo se detuvo cuando sentí la mano de Amanda apretar la mía con fuerza de hierro. La vi a los ojos, buscando respuestas, pero lo único que encontré fue la mirada frenética de una mujer que lleva veinte años controlando dramas familiares y aprendió a sobrevivir a base de puro susto.
— ¡Por todos los santos y los Jesucristos del mundo, niña, tienes que salir de aquí ya! —Me susurró Amanda con fuerza, agachándose detrás de una columna cubierta de bugambilias, jalándome consigo, como si estuviéramos en una película de espías.
— ¿Es cierto? —Alcancé a balbucear, el corazón martilleándome en las costillas— ¿John Douglas es tío de Dalton?
Amanda se agarró el crucifijo, que sacó de su pecho, con tanta fuerza que pensé que lo iba a romper.
— ¡Sí! ¡Pero no es momento para confesiones familiares, hija! Si ese hombre te ve