LÍA
Me crucé de brazos. El universo debía estar riéndose de mí a carcajadas mientras Dalton Keeland me veía con su cara de “consigo todo lo que quiero”. El atractivo hombre, tenía que reconocer que pertenecía al tipo, me moja la tanga con solo verlo, me miró fijamente a los ojos con ese aire de le di solución a tu maldito problema, ahora hablemos.
Quería comprar mi tiempo.
Mi maldito tiempo.
— Señor Keeland, le agradezco la oferta, pero no pienso aceptar —. Dije con una sonrisa cordial en los labios, y la cabeza bien en alto—. Mi trabajo es mío y de nadie más. Tengo pedidos que entregar y es mi tiempo.
Me vi rodeada por Jaime, el asistente personal más nervioso que había visto en mi vida, se me acercó como si fuera un ladrón a punto de asaltar un banco.
— Señorita, el señor Keeland me ordenó que entregue sus pedidos. Por favor, pásenme la bolsa. En cuanto antes, entregue, es mejor para su calificación. . .
Le di un manotazo al pobre Jaime, que intentaba quitarme la bolsa de mis hombr