Siguió manejando sin despegar los labios y apenas llegó a su casa, estacionó el vehículo y se acercó todavía temblando a la estantería de tragos, sacando dos botellas de whiskey para luego meterse en la biblioteca y escuchar los pasos de Serena siguiéndole y la puerta cerrándose con ambos dentro. Destapó una botella y bebió un largo trago de un porrazo
—¡¿Daniel, qué es lo que sucede?! —su voz sonaba entrecortada y sus pasos se detuvieron frente a la puerta—. Háblame, por favor, ¿qué es lo que ha pasado?
Daniel caminó de un lado a otro de la habitación y empezó a romperse en temblores, frotándose la cara contra la manga de su camiseta con rudeza. El sonido de su respiración jadeante era tan fuerte que resonaba en las cuatro paredes. Estaba al borde de explotar y no quería hacerlo. Tomó otro trago de la botella y sus ojos se movieron, perdidos sobre el suelo,
—Era ella y estuvo frente a mí, esa perra estuvo frente a mí y la dejé ir…
—¿Quién? ¿Conocías a esa chica? ¿Ella hizo algo malo?