—Oh, qué envidia, tan inteligente me ha salido la enfermera. —Su boca descendió poco a poco por la curvatura de su mandíbula hasta morder su barbilla intentando retener sus labios de nuevo, sin éxito—. Hablando de eso, me he pasado la clase de números pensando que ya no quiero que me modeles con la vestimenta, sino que me hagas un baile privado. Está más interesante y lo quiero en lugar de las fotos.
Serena se carcajeó una vez más, empujándolo y frunció sus labios, intentando mostrar mucha seriedad, aunque le era imposible,
—Ya basta, Daniel. Tienes que hacerme caso y no tomar todos los días.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué debería hacerte caso?
—Porque soy tu novia— sonrió y Daniel rozó su nariz con la suya, fingiendo una reacción de sorpresa
—No me digas, créeme que recién me entero
—Danny, te hablo en serio. No vuelvas a tomar.
—¿Qué hay a cambio? Toda la vida es un negocio, nena, así que tienes que ofrecer si quieres recibir.
—No sé qué ofrecer.
Daniel arqueó ambas cejas y sus ojos viajaron