Serena se sentía completamente entregada al deseo, dejándose llevar por las sensaciones abrumadoras que la invadían. Cada caricia, cada beso, cada roce de Daniel la llevaban más cerca del éxtasis, y su cuerpo clamaba por más.
Daniel, sintiendo la pasión arder entre ellos, continuó explorando el cuerpo de Serena con sus manos y su boca, entregándose por completo al placer mutuo que compartían. En ese momento, no existía nada más que el deseo y la conexión intensa entre ellos, y Serena se dejó llevar por la ola de sensaciones que la envolvía, entregándose por completo a la pasión desenfrenada que compartían.
—Eres mía —susurró Daniel contra la piel de Serena, con su corazón latiendo como loco—. Mía.
—¡Daniel! —lloriqueó Serena, sintiendo las descargas de placer que recorrían todo su cuerpo. A ella le gustaba cada cosa que su primo le hacía.
El chico la giró de nuevo, colocándola en la cama. Su boca se estampó sobre el interior de sus muslos, dándole un placer palpable a la sensibilidad