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E incluso se sintió extraño: era la primera vez que no estaba irritado con una situación así. Miró de reojo a Serena y negó de inmediato cuando la idea de que ella fuera la razón de su cambio de humor se incrustó en su mente.

Serena no era nadie importante para él. O eso quería seguir creyendo.

—Eso sanará si le colocas alguna pomada. Yo tengo una en mi cuarto, cuando lleguemos te la pondré —dijo Serena, mirándolo mientras conducía.

Daniel se observó en el espejo retrovisor. Estaba hecho un desastre, parecía como si la sangre lo persiguiera.

Pero al escuchar las palabras de Serena, frunció el ceño y se humedeció los labios con la lengua.

—¿Por qué haces todo esto? —preguntó, sin comprender qué era lo que buscaba ella.

Serena bajó la mirada y sonrió suavemente.

—Porque… me preocupo por ti.

—No digas eso —murmuró Daniel, desviando la mirada y apretando el volante—. Te ves hermosa a pesar de no haber dormido, nena.

Regresó la atención hacia ella, deslizando su mano por la pierna de Seren
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