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Lo siguió con la vista, al percatarse de que se alejaba rebuscando en el cajón de la mesa de

noche. Al regresar, Santiago le preguntó si podían jugar un rato, mostrándole una cinta. Ella

asintió y él le ató las manos a la cama, para después ponerle un pañuelo sobre los ojos. Christina sintió el cuerpo laxo, relajado, le apeteció complacerlo. Entonces, notó algo frío recorriéndole el monte de venus, él había sacado un hielo de la copa con sangría, para recorrerle la piel de manera pausada, sosegada, torturándola con el toque helado. Ella arqueó la espalda en acto reflejo, jadeando al sentir el escozor frío en sus pechos, sobre los pezones que se endurecían más ante la caricia.

Santiago deslizó la lengua cargada de saliva y ella jadeó de placer al sentir el cambio de temperatura, del frío, al cálido aliento de su novio, que mordisqueó de manera ávida la carnosidad de esos maravillosos pezones duros, en punta, perfectos. Se metió el hielo a la boca, enfriándose así el aliento para besarl
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