-Mira, no pierdas tu tiempo, mejor lárgate. En serio, evitémonos problemas y sí ves a mi
madre, dile de mi parte que se puede ir al infierno que de seguro allá se va a sentir entre colegas.
Christina abrió la puerta de la oficina y miró a Dilan Pablo, que leía un libro esperando su turno, para ignorar a Frank que abandonaba la sala. Al entrar, respiró hondo para tranquilizarse, le resultaba increíble que su madre pretendiese continuar metiéndose en su vida. Se levantó los lentes de seguridad para masajearse los parpados y luego se obligó a prestarle atención a Alice, que le preguntaba sí todo estaba bien. Asintió, aunque seguía furiosa.
-¿Dejo pasar al próximo cliente?
Christina asintió, aunque no tenía ganas de ver a Dilan Pablo, su último paciente de día. Decidió que, una vez más, sería profesional e intentó saludarlo como si no le hubiese sucedido nada minutos antes, pero algo de lo que dijo cuando subió la voz hablando con Frank, se filtró hacia afuera por las paredes delgadas de