-Joder...
-¿Qué dijiste? -preguntó Andres girando a mirarla, pero ella negó con la cabeza.
Estaba pensando que Santiago podía ser intenso por ratos, demandante, peleón, pero que nada de esas cosas eran infranqueables. Tenía defectos, pero ella lo aceptaba con ellos. Se llevó las manos al rostro, estresada, notando ese vacío en el pecho que se le había instalado de manera perpetua desde ese fatídico día de noviembre. No importaba el tiempo que pasara, era como si hubiese ocurrido hacía un par de horas, todo lo sentía desmesuradamente doloroso.
-Ven, vamos a bailar antes que te explote la cabeza. -Andres le ofreció la mano para que
se pusiera de pie y se distrajera un par de minutos-. A ver si dejas de estar tan triste, mira que después me lo pegas y no mi amor, que va, esa mierda arruga y yo tengo que estar divino -dijo solo para hacerla reír-. Ah ves, así es que tienes que estar, ríete Christina, ríete mucho, que la vida es un ratico nada más.
Desde hacía un mes atrás, la secretaria d