-Déjame ver qué tan rica está tu galleta -dijo pasándole la lengua por todo el sexo.
Christina cerró los ojos y abrió la boca jadeando de manera incontenible. Excitada, le jaló el cabello Christina, haciendo surcos con los dedos, atrayéndolo hacia su coño que ardía, palpitando caliente.
La reiterada succión vibrante sobre su clítoris la encendió de tal manera, que no quiso esperar más y le rogó para que la penetrara. Santiago se irguió, ayudándola a ponerse de pie, luego la giró recostándola sobre la mesa y se adentró en su interior con firmeza, clavándole los dedos en las caderas... una y otra vez, logrando que la leche de la taza se derramara sobre la superficie lisa de madera, embadurnándola en la sustancia láctea con cada vigorosa acometida.
Christina gimió, aferrándose a los bordes de la mesa para mantener el equilibrio, hasta que a Santiago se le antojó cambiar de posición. La giró hacia él, sentándola en la mesa y se llevó a la boca, con apremio, sus pechos que goteaban leche.