¿Qué estarías dispuesta a hacer por los que amas? Samantha Parisi no tenía nada personal contra Giovanni. Él era el medio para un fin. Su padre estaba metido en graves problemas y tenía que ayudarle. Giovanni Morelli se comprometió a participar en la subasta su tía, pero jamás dijo que lo haría con una sonrisa. Su aburrimiento desapareció en el momento que vio a la castaña que ganó la subasta. Antes de que pudieran hablar, ella desapareció de la fiesta dejándolo más intrigado. Después de una noche maravillosa, Giovanni lo tenía claro, no estaba dispuesto a renunciar a ella tan pronto… Entonces, descubrió los planes de Samantha y se puso furioso. Lo último que quiere es volverla a ver, pero una noticia cambiará las cosas otra vez.
Leer másSamantha revisó los papeles que su padre acababa de entregarle, su incredulidad creciendo a cada segundo. Sus conocimientos en negocios no eran muy buenos, pero no era difícil entender lo que estaba viendo. La empresa de su familia estaba en números rojos.
—¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto? —preguntó y levantó el rostro para confrontar a su padre.
No se parecía en nada al hombre que ella conocía. Tenía la ropa desaliñada y sus cabellos estaban desordenados. Un moretón, que comenzaba a oscurecerse, adornaba su mejilla derecha.
—Tomé algunas malas decisiones hace un par de años y agarré dinero que no debía. Necesitaba arreglarlo antes de que la junta de accionistas se diera cuenta, así que acudí a Osvaldo Tolentino. Creí que podría recuperar el dinero, pagarle a tiempo y olvidarme de aquel impase, pero la empresa ha sufrido pérdidas en el último año y no he tenido los mismos ingresos que en el pasado.
Un escalofrió subió por su columna al escuchar el nombre de aquel hombre.
—¿Es en serio? Papá, incluso yo sé que Tolentino es peligroso. —Miró su mejilla—. ¿Fue el quien te golpeó?
Samantha había regresado a la ciudad esa mañana, después de pasar la semana de modas en París. Durante el viaje de regreso se había sentido envuelta por una sensación de orgullo, sus diseños habían llamado la atención y había conseguido establecer contactos muy importantes.
Su entusiasmo se había evaporado en cuanto vio el rostro de su padre. No solo era el golpe en su mejilla lo que le preocupó, fue la mirada de derrota la que la alertó de que algo muy malo estaba sucediendo. En todos sus años, no recordaba una sola vez que hubiera visto a su padre de aquella manera.
—No exactamente. Fueron sus hombres, un mensaje de que quiere su dinero.
—¿Cuánto es lo que le debes?
Samantha casi se fue de espaldas al escuchar el monto. Debía ser una m*****a broma.
—¿Qué hiciste con todo ese dinero?
Su padre guardó silencio.
—Vamos, papá.
—Me metí en algunas apuestas, prometo que ya es parte del pasado.
Samantha se cuestionó cuanto conocía a su padre. Otro día, lo interrogaría al respecto, mientras tanto tenían otras cosas que solucionar.
—¿Y no tienes dinero ahorrado? —preguntó a riesgo de sonar como tonta. Era más que evidente que no contaban con aquel monto, de lo contrario su padre habría pagado su deuda hace tiempo. Pero debía preguntar, hasta donde ella sabía su fortuna siempre había sido considerable. No podía creer que no tenían nada.
—No.
Samantha se paseó por la habitación mientras intentaba pensar en una solución.
—Podría pedir un préstamo al banco —incluso mientras lo decía sabía que no iba a conseguir aquella cantidad. Su negocio apenas comenzaba a prosperar y si las cosas estaban tan mal, su apellido no le serviría de mucho—. O quizás yo… —Se dejó caer en el sofá sin saber que más sugerir.
—Lamento ponerte en esta situación. Habría preferido solucionarlo yo solo y que no te enteraras. —Su padre se sentó junto a ella y colocó una mano sobre la suya.
Los dos habían estado solos desde hace mucho tiempo. Su madre se había marchado cuando ella era aún muy pequeña para recordarla y nunca más había tratado de contactarlos. Su padre se había encargado de criarla y darle siempre lo mejor.
—Somos un equipo, ¿recuerdas? Encontraremos la manera de salir de esto.
Su padre la miró como si quisiera decirle algo.
—¿Qué es? —preguntó.
—De hecho, tengo un plan.
La expresión de su padre encendió sus señales de alarma. Sospechaba que lo él iba a decir no le iba a gustar y minutos más tarde descubrió que tenía razón.
—¡Ni hablar! —Se levantó de golpe y se alejó. Siempre se había caracterizado por ser alguien calmada y rara vez levantaba la voz, pero lo que su padre estaba proponiendo era una locura.
—Samantha…
La súplica en la voz de su padre, hizo tambalear su determinación. ¿Podía abandonarlo después de lo que él había hecho por ella? No, pero tampoco se sentía capaz de llevar a cabo lo que él le estaba sugiriendo.
Se dio la vuelta y lo miró. Por primera vez aparentaba la edad que tenía.
—Debe haber otra salida —musitó.
—He pensado en esto muchas veces y parece la única opción. Aunque jamás te obligaría a hacerlo.
Soltó un suspiro.
—Tengo que pensarlo.
—Solo un poco más… —dijo Samantha mientras terminaba de ponerle el pañal a su hija. —Y ya está —le abrochó su body y le hizo cosquilllas en su barriguita. Su hija soltó una carcajada y sacudió las piernas. —¿Quién se portó muy bien? —preguntó acercando su rostro. Le frotó la nariz con la suya—. Por supuesto que fuiste tú. ¿Y qué quieres hacer ahora? Su hija balbuceó algunas consonantes. —Podemos esperar a tu papá mientras jugamos un rato. Levantó a su hija y la acomodó sentada en uno de sus brazos antes de darse la vuelta. Su hija empezó a rebotar mientras chillaba emocionada al ver a Giovanni. Él estaba inclinado en el marco de la puerta con los brazos cruzados. —¿Cuánto tiempo llevas allí? —preguntó. —Unos minutos. Giovanni se acercó a ella y le dio un beso en los labios. Luego tomó a Bianca, quien estaba más que feliz de irse con su padre. —Nunca me cansó de verlas interactuar. Eres una madre increíble. Samantha sonrió. No era fácil criar a alguien. Había enfrentado varios
Después del incidente con Viola, Giovanni había llevado a Samantha de regreso a casa. Ella había terminado de trabajar por ese día y él había pospuesto sus pendientes. Su esposa se había sentido bastante agobiada la última vez que se encontró con su madre biológica. Quería estar allí en caso eso volviera a suceder. Su hija descansaba en la habitación mientras ellos pasaban el rato en el sofá.—Jamás vi a mi madre pegarle a nadie —comentó mientras acariciaba el brazo de Samantha, distraído.—Tampoco yo.Sonrió orgulloso. Giovanni había podido ver lo sucedido en el video de seguridad que Cristiano le envió apenas salieron de la galería.Había repetido un par de veces la escena de la bofetada, solo para asegurarse que se trataba de su madre. Aunque ella no toleraba las estupideces de nadie, no recordaba ni una sola vez en la que le había hecho daño físico a otra persona.Su madre estaba a favor del diálogo —cuando eso no funcionaba, allí estaba el padre de Giovanni para hacerse cargo—;
—¿Qué te parece? Bianca alzó la mirada y le dio una sonrisa. En sus manos estaba el cuaderno de diseños de Samantha, el mismo que contenía los diseños que formarían parte de su nueva colección infantil. Bianca se había presentado en su galería una hora atrás para comprar unos vestidos y entre conversaciones había terminado mostrándole sus diseños. Había estado algo nerviosa cuando lo hizo. Ella podía no ser diseñadora, pero era una artista. Había trabajado en ese proyecto durante meses, avanzando poco a poco, pero sin poder terminarlo, hasta ahora, debido a todas las demás responsabilidades que tenía. Además, había supuesto un reto debido a que era algo nuevo para ella. Dos días atrás le había mostrado a Giovanni sus diseños. Tal y como se lo había prometido, él fue el primero en verlos. Giovanni había alabado su trabajo y la había alentado a comenzar con la producción ahora que tenía la colección completa. No solo eso, se había ofrecido a ser su inversionista, si le faltaba presup
Los primeros rayos del sol empezaron a iluminar la habitación. Giovanni llevaba media hora despierto escuchando la respiración acompasada de Samantha y observándola dormir con la precaria luz del amanecer. Ella estaba durmiendo boca abajo. Su cabello, desordenado, le tapaba una parte del rostro. La sábana llegaba hasta la cintura y podía ver el contorno de sus senos asomándose por un costado. La necesitaba otra vez, con tanta intensidad, que era difícil creer que la había poseído varias veces en los últimos días. Se preguntó si en algún momento ese deseo insaciable que lo consumía llegaría a disminuir al menos un poco. Lo dudaba seriamente. Intentó pensar en otra cosa. No debería perturbar su sueño, habían estado despiertos hasta muy entrada la noche haciendo el amor y ella requería algunas horas más de sueño. Aun así, como un niño atraído hacia un objeto brillante, su mano cobró vida propia y se posó sobre la espalda de Samantha. La acarició de arriba hacia abajo con las yemas de
Samantha se observó en el espejo con una sensación de regocijo. El peinado, el maquillaje, el vestido… todo era como se lo había imaginado. Y después de tanta espera, su gran día había llegado al fin. —Falta algo —dijo Bianca llamando su atención.Su futura suegra se acercó con un estuche cuadrado y lo abrió para mostrarle lo que había en su interior.Samantha se quedó anonadada al ver el collar de diamantes. La joya brillaba con los reflejos de la luz.—Es hermoso —comentó acariciándolo.—Es tuyo.—No puedo aceptarlo.—De eso nada, claro que lo harás.—Ya deberías saber que nadie gana contra mi madre cuando algo se le mete a la cabeza —comentó Sienna.Bianca se colocó detrás de ella y le puso el collar.—Perfecto.—Yo… —Respiró profundo mientras intentaba de contener las ganas de ponerse a llorar.—Ni se te ocurra —advirtió Sienna apuntándola con un dedo—. Arruinarás el maquillaje y, si eso sucede, tardaremos en salir. No hay manera de que salgas con el maquillaje corrido, no en mi
—Tal vez no debería ir —comentó Samantha mientras salían del edificio en el que vivían. Giovanni se detuvo y la tomó del rostro con delicadeza. —Ángel, a mí no podría interesarme menos lo que vas a llevar en nuestro gran día, podrías ir en pijama y yo sería feliz. Samantha sonrió. —El pijama no suena tan mal. —Sin embargo, quiero que sea el mejor día de tu vida y que cada detalle sea perfecto. Así que, ve y diviértete. Pruébate todos los vestidos de novia que quieras hasta que encuentres el indicado. Samantha soltó un suspiro. —Eres demasiado dulce. —Espero que lo suficiente como para que me envíes una foto de ti usándolo. —No, es de mala suerte ver a la novia en su vestido antes de la boda. —Debía intentarlo. Samantha miró a su hija y luego de regreso a él. Era la primera vez que iba a pasar algunas horas separada de Bianca. Giovanni lo entendía. El primer día de regreso a la oficina, se la había pasado todo el día ansioso pensando en cómo estarían ambas. Había llamado al
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