Capítulo 1: Una mujer misteriosa

—¿Estás listo?

Giovanni rodó los ojos al ver la sonrisa de su primo Horatio.

—¿Por qué no me sorprende que esto te parezca divertido?

—Tienes que dejar de actuar como un viejo aburrido, lo que necesitas es una mujer, quizás conozcas a una esta noche. —Horatio miró hacia los invitados—. Hay muchas aquí. Estoy seguro que alguna de ellas estará interesada en salir con el hombre que salió en las portadas de las revistas más importantes del país.

Soltó un gruñido por lo bajo. Una revista había publicado fotos suyas hace unos meses atrás cuando la empresa de su familia había ganado la licitación de un trabajo al norte del país gracias a su propuesta innovadora y que buscaba la preservación de la naturaleza.

—Incluso con ese carácter tan amargado que te manejas —continuó su primo.

—No estoy interesado en salir con ninguna mujer. —Su trabajo ocupaba la mayor parte de su vida. Establecerse con alguien, no encabezaba precisamente la lista de sus prioridades, ni siquiera se encontraba en ella.

—Oh. ¡Oh! —Horatio sonrió y le dio una palmada en el hombro—. Gio, debiste comenzar por allí. También hay hombres bastante atractivos que…

—Tienes suerte de que seamos familia —interrumpió— o habrías desaparecido hace muchos años.

Su primo soltó una carcajada sin verse ni un poco afectado por su amenaza.  

—¿De qué hablan? —preguntó su primo Ignazio uniéndose a ellos.

—Nada.

—Gio está a la caza esta noche —respondió Horatio al mismo tiempo que él. 

—Si es así, quizás podría presentarte a alguien —comentó Ignazio divertido.

Sacudió la cabeza y los dejó atrás para a acomodarse en el podio. Eran peor que niños cuando se lo proponían.

—Escuché que mamá también te embaucó para participar en esto, pero creí que no vendrías —comentó su hermano Vincenzo al verlo.

—Di mi palabra y aquí estoy. ¿Qué piensa Serena de todo esto?

Su hermano se tensó.

Serena era la mejor amiga de su hermano, se conocían desde que ambos iban a la escuela y pasaban mucho tiempo juntos. Para nadie era un secreto que Vincenzo estaba enamorado de su mejor amiga, la única que no se daba cuenta era ella.

—Estaba demasiado entusiasmada —musitó él entre dientes.  

Sus hermanas y sus primos se unieron a ellos, al igual que los demás. Se colocaron en una hilera de cara al público y el presentador dio inicio a la subasta.

—¿Debería decirle que solo se aceptara ofertas de hombres cuando llegue tu turno? —preguntó Horatio en voz baja. 

—Jódete.

Gio esperaba que aquello acabara pronto para poder marcharse a su departamento. Los eventos públicos no eran muy de su agrado, por desgracia no siempre podía escapar de ellos, en especial cuando se trataba de conseguir nuevos clientes. Aunque, ahora que estaba de regreso en casa, y no en la sucursal de Francia, podía dejarle cosas como esas a Vincenzo y a Horatio.

—Es un maldito presumido —susurró Ignazio con diversión.

Salió de sus pensamientos y miró a Horatio. Sonrió al verlo modelar hacia el frente.

—Nunca te aburres con él —comentó Vincenzo.

—Él sí sabe divertirse —alabó su hermana Sienna, una de las gemelas, antes de colocar las manos alrededor de su boca y lanzar un grito—. ¡Bravo!

Las mujeres por supuesto se pelearon por él y Horatio no disimuló su sonrisa de victoria mientras se pavoneaba de regreso a su lugar. Poco parecía importarle que la mujer que había ganado, debía tener al menos el triple de su edad.

—Te apuesto a que no puedes mejorar eso —le dijo él con un ligero codazo.

Después de él siguieron otros de los participantes, Ignazio incluido, y cuando fue el turno de Antonella, la gemela de Sienna. Él y su hermano se pusieron en alerta. Era difícil intimidar a alguien desde donde se encontraba, pero eso no les iba a impedir hacerlo. Quien fuera que saliera con ellas, debía saber que no sería nada inteligente intentar nada con ellas más allá de una cita.

Todavía no sabía cómo es que las gemelas habían logrado convencer a su padre de dejarlas participar en aquella locura. No es que ninguna de las dos fuera menor de edad, pero su padre era bastante protector con ambas, así como lo eran Giovanni y Vincenzo. Para ellos siempre serían sus pequeñas hermanitas.

—¿Quién demonios es ese? —preguntó Vincenzo cuando un hombre se puso de pie y ofertó una suma exorbitante por Antonella.

Gio se tomó su tiempo para examinarlo, la luz era tenue en el público.

—No lo sé, pero lo averiguaré.

Giovanni no le quitó la vista de encima al tipo y aprovechó cuando fue su turno de ir al frente para evaluarlo mejor. Él se dio cuenta de que era observado y sostuvo su mirada con desafío. Debía concederle que era valiente. 

—¡Diez mil!

Esa voz despertó su curiosidad y desvió su mirada en busca de la mujer que había hablado. Al verla la voz del presentador se volvió un sonido lejano. Era preciosa. Su cabello castaño estaba sujeto en una coleta alta llevara suelto. Sus labios, color rojo intenso, le llamaban a probarlos. Un fuego desconocido ardió en su interior.

A diferencia del resto de mujeres, su expresión no denotaba ningún tipo de emoción y no mejoró cuando ganó.

«Interesante», pensó mientras una sonrisa se extendía por su rostro. La noche había mejorado bastante.  

Ella fijó sus ojos en él y se quedaron mirando. Giovanni luchó contra la tentación de bajar del escenario y acercarse a ella. La mujer fue la primera en desviar la mirada y la conexión entre ambos desapareció.

Se dio la vuelta y caminó de regreso a su lugar aun con la sangre ardiendo. Nunca le había costado tanto controlarse.

—No lo hiciste nada mal —dijo Horatio—. Ella es hermosa.

—Horatio —advirtió.

Su primo debió leer algo en su tono de voz porque no dijo nada más.

Durante el resto de la subasta su atención se mantuvo en la mujer de vestido dorado sentada metros más allá esperando el momento en el que fuera libre para ir a buscarla. No recordaba haberla visto antes, sin embargo, el hombre con el que la vio intercambiar algunas palabras le pareció bastante familiar.

Ella no volvió a mirar en su dirección y eso lo frustró de sobremanera, una reacción bastante confusa.

Tan pronto el presentador dio por finalizada la subasta, se apresuró a bajar del escenario y caminó a través del lugar. Se demoró demasiado tratando de esquivar a la multitud y más de una vez alguno de ellos se acercó para detenerse a saludarlo.

—Hola, Gio.

Miró a Lara tratando de disimular su molestia. 

—Giovanni —corrigió de inmediato. Solo las personas cercanas a él tenían el derecho a llamarlo Gio.

Lara soltó una carcajada. 

—No tuve oportunidad de saludarte antes. —Lara se acercó y colocó una mano sobre su pecho—. Ha pasado un tiempo desde que nos vimos. Espero tengas tiempo para bailar conmigo.

Dio un paso hacia atrás para escapar de sus garras. 

Divisó a la mujer misteriosa durante solo un segundo antes de que ella se perdiera entre la multitud.

—Por supuesto —dijo distraído—. Si me permites, tengo algunos asuntos que arreglar primero. Nos vemos luego.

Esquivó a la mujer y se marchó sin darle tiempo de decir algo. Lara era la hija de uno de sus más fieles clientes, pero ella esperaba ser algo más y su padre estaría feliz si eso sucediera. El hombre había insinuado en más de una ocasión que ambos harían una pareja perfecta.

Lara era sexy, pero él prefería no mezclar negocios con placer.

Recorrió la habitación y luego el salón de baile y no pudo encontrar a la mujer de la subasta. 

—Señor Morelli, buenas noches —saludó el hombre que estaba encargado de la caja—. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarlo?

—Buenas noches. De hecho, sí. Me gustaría saber el nombre de la mujer con la que tendré una cita.

—Déjeme revisar.

De regreso en la fiesta, Giovanni tomó una de las copas de las bandejas que llevaban los meseros y bebió el contenido de un solo golpe.

Samantha Parissi. Envió el nombre a su jefe de seguridad para que la investigara. 

—Alguien está buscándote —comentó Ignazio deteniéndose junto a él.

—¿De quién hablas?

—Lara, se me acercó y me preguntó si te había visto. ¿Tú y ella…

—No, no tuvimos sex0. —Dejó su copa vacía en otra de las bandejas—. He tenido suficiente, me voy.

—Sí quieres llegar a la puerta, será mejor que salgas por la derecha.

—¿Por qué?

Ignazio le hizo una seña en dirección a la izquierda. Lara se estaba acercando a ellos con una sonrisa coqueta.

—Demonios. —Se despidió de su primo antes de salir por donde él había indicado. 

Giovanni abandonó el salón y le mandó un mensaje a su conductor para decirle que estaba listo para irse. Su coche llegó algunos minutos después y él se montó en la parte de atrás.

—A mi departamento, por favor —ordenó.

—Sí, señor.

Subió el divisor de vidrio para tener un poco de privacidad y cerró los ojos. El rostro Samantha le vino a la mente. 

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