Capítulo – El Último Despertar
Edward Jones se había pasado la vida en silencio.
Acompañando, tolerando, justificando a su esposa
Pero esa mañana, sentado junto a la mesa del desayuno, con el café temblando en su taza y la sonrisa de Margaret tan falsa como el resto de su vida, algo en él simplemente… se quebró.
Escuchar a su hijo pedir un pasaje para regresar a Alicante había sido un alivio para él.
Stephen quería irse. Quería volver con Joselín.
Edward lo vio, por fin, como un hombre libre.
Pero la calma duró segundos.
Cuando Margaret se llevó la mano al pecho y gimió con esa voz de ópera barata, sintió que algo no cuadraba.
Demasiado teatral su dolor y demasiado justo.
Y luego la escena. La hija de Charlotte sacando un tensiómetro como si fuera una enfermera profesional, diagnosticando a su esposa con una presión altísima que no parecía sentir.
Stephen corrió, como siempre, como el hijo ejemplar que ella no merecía.
Y Edward se sintió viejo y tan cansado.