Empezó a reír:
- Eres muy directo.
- Lo siento, Francis... Yo... No sé qué se me metió en la cabeza. Levanté mis pies y me puse a su altura, dándole un largo beso en la mejilla.
Estaba avergonzado por la situación.
- Francisco, hijo mío. Usted vino. – Era Mauricio, con voz entrecortada.
- ¿No es eso lo que pidió mi madre? Creo que ya me esperabas aquí.
- Buenas noches Virginia. - me saludó.
Asentí y salí, todavía con la cara roja por haber hablado del beso en la boca. Al parecer, Francis no había visto a su padre desde que se mudó de Primavera.
Fui al bar y pedí un vino espumoso mientras veía a Liam saludar a sus viejos amigos. Viví allí mucho más tiempo que él y solo hice un amigo: Francis. Qué maldita persona era yo.
- Te preparé una sorpresita. – dijo Andréia, sentándose a mi lado, pidiendo también una copa de vino espumoso.
- ¿Qué hiciste?
- Lo sabrás cuando llegue el momento. Y no tienes que agradecerme. Está en la casa. - ella rió.
- Yo estaba incluso asustado.
- ¿Has visto a tu