Parecía mi destino conocer a Marcelus. O no. ¿Me estaba persiguiendo? Recordé que había dicho que se mudaría al centro de Noriah y comenzaría a trabajar allí. Aparentemente, ya había hecho el cambio. Preferí pensar que todo era una desafortunada coincidencia.
- ¿Tú estás trabajando aquí? - le preguntó.
- Sí...
Él sonrió:
- ¡Qué feliz coincidencia!
- Marcelus... - Empecé.
- Oye, está bien. - me cortó. – Mis padres son dueños de este edificio.
¡Era justo lo que necesitaba! Aparentemente tendría un trabajo por muy poco tiempo. Una pena, porque me gustaba el sitio, las empresas y el sueldo.
- Caramba... Bien. - Yo hablé.
- ¿Recepción? Creo que te mereces mucho más que eso. ¿Qué tal trabajar en el último piso, directamente con el Sr. Cavalli?
- Gracias, pero no. Estoy bien aquí.
- No puedo entender por qué eres así conmigo.
- ¿Será que no? Mira todo lo que me dijiste aquella Nochebuena, Marcelus.
- Fue de boquilla, créeme. Siempre me has gustado, Virginia, y lo sabes muy bien.
- Marcelus,