El amanecer en la ciudad era más frío de lo habitual. Pamela lo notó apenas salió al balcón de la habitación principal. La brisa arrastraba un olor a lluvia reciente, y las calles aún húmedas reflejaban la luz tímida del sol. Cerró los ojos un instante, intentando absorber esa sensación de calma… pero en su interior, algo no dejaba de inquietarla.
No era miedo. Era más bien la sensación de que la historia todavía no había terminado.
Cristhian apareció detrás de ella, con el cabello ligeramente despeinado y la voz aún ronca por el sueño.
—No deberías levantarte tan temprano, Luz. Después de todo lo que pasó… mereces descansar.
Ella giró, sonriendo con suavidad.
—No puedo. Mi mente no sabe apagar el interruptor tan fácil.
Él le acarició la mejilla, con esa mezcla de ternura y protección que le era tan natural.
—Ya no tienes que estar a la defensiva. Lo peor ya pasó.
Pamela quiso creerlo. De verdad. Pero algo en lo más profundo de su instinto le decía que no era así.
La última vez que vi