El jardín privado de Étoile se había convertido en el refugio favorito de Pamela desde la boda. Las flores recién plantadas desplegaban colores vivos que contrastaban con la calma aparente de su espíritu. El eco de aquella ceremonia interrumpida aún se grababa en cada pétalo, como si la tierra misma recordara la irrupción violenta de Lina, el momento en que la esperanza de un día perfecto fue teñida por el peligro. Cristhian, desde entonces, no había permitido que Pamela diera un solo paso sin vigilancia. Incluso en ese rincón que ella había soñado como espacio de paz, había guardias discretamente apostados, y aun así, Pamela sentía la vulnerabilidad rozarle la piel como un viento helado.
Los días posteriores habían sido una mezcla de ternura y tormenta. Cristhian, decidido a resguardar su felicidad, buscaba cada oportunidad para demostrarle que nada, ni siquiera el veneno del pasado, podría quebrar lo que los unía. Y sin embargo, Pamela sabía que la amenaza no se había desvanecido. L