La lluvia caía con una persistencia melancólica sobre la ciudad cuando Pamela subió al taxi. No sabía si temblaba más por el frío o por la carga emocional que llevaba dentro. El chofer, un hombre mayor de voz suave, no hizo preguntas cuando ella le entregó un papel arrugado con una dirección escrita a mano. Era la del penthouse de Cristhian Guon.
Durante el trayecto, las calles parecían desdibujarse ante sus ojos empañados. A cada semáforo, a cada bocina distante, sus pensamientos volvían una y otra vez a él. A sus brazos. A sus silencios. A su voz. Había huido para protegerlo, para protegerse… pero el amor tiene una forma extraña de llamar a la puerta cuando menos lo esperas.
El taxi se detuvo frente al lujoso edificio. Pamela dudó unos segundos antes de bajar. Respiró hondo y cruzó la entrada. Los guardias, ya familiarizados con su rostro, la dejaron pasar sin cuestionarla.
El ascensor parecía moverse con lentitud dolorosa. Cuando finalmente se abrieron las puertas, Cristhian estaba