La niebla cubría la ciudad como una sábana de silencio. Desde la ventana de la casa, Pamela observaba cómo los faroles luchaban por iluminar las calles bajo esa capa espesa, casi espectral. El aire tenía un peso distinto, como si el universo advirtiera que algo estaba por quebrarse.
Theresa le había dejado un mensaje críptico en la madrugada:
“Necesito que vengas al canal. Hay algo que debes ver. Y no puedo decírtelo por aquí.”
Teresa aparté de ser una colaboradora de Ètoile también estaba trabajando en uno de los canales más importantes de la Ciudad.
Cristhian insistió en acompañarla. Ella asintió sin dudarlo. Desde lo de Abigail, no se despegaban. Ni siquiera el temor que ambos compartían por las piezas sueltas que aún no encajaban, les impedía buscar respuestas.
Al llegar al canal, Theresa los recibió en la sala de edición con una expresión pálida y ojerosa. En sus manos sostenía una memoria USB.
—Lo grabamos esta mañana —dijo sin rodeos—. Una de nuestras reporteras fue enviada a c